10 de Octubre, 2020.
Este año nos encontramos ante el desafío de celebrarlo en tiempos de pandemia. En los que se ensayan innumerables hipótesis y conjeturas que denotan la perentoria necesidad de tramar sentidos frente a la incertidumbre. Algo irrumpió de modo imprevisto en nuestras vidas haciéndolas tambalear al punto de que la muerte no se deja ya negar.
La COVID nos interpela con el duelo de la vida que ya no es como era y de los pequeños proyectos que teníamos previstos. Se produjo una ruptura en las prácticas sociales que configuraban nuestro cotidiano.
En este escenario- planetario- el Secretario de Naciones Unidas reconoció que la salud mental es un aspecto central de la condición humana y que el coronavirus afecta tanto la salud física como la psicológica. Enumera a la pérdida de seres queridos, del empleo, el aislamiento y la restricción en la circulación, las dificultades en la dinámica familiar, la incertidumbre y el miedo al futuro como posibles causas de malestar subjetivo. Advierte que el coronavirus puso en evidencia el abandono de la inversión en los servicios de salud mental y promueve el compromiso de que las comunidades, a nivel mundial, puedan contar con el apoyo psicológico requerido. A su vez, la Organización Mundial de la Salud propone como campaña de este año impulsar un incremento, a gran escala, de la inversión en salud mental dado que los países asignarían sólo el dos por ciento de su presupuesto sanitario a la misma.
En nuestro país, a diez años de la promulgación de la ley Nacional de Salud Mental, nos encontramos en tiempo de pandemia, pero también, en el “año libre de manicomios”. El 2020 se estipuló como tiempo límite en el proceso de sustitución de los hospitales psiquiátricos por los hospitales generales, en los casos de internaciones. Habiéndose establecido también la creación de dispositivos con base en la comunidad, sociolaborales y socioproductivos, y casas de convivencia. El pasaje del paradigma hospitalocéntrico con hegemonía psiquiátrica y medicalizadora hacia un modelo comunitario y ambulatorio se está concretando progresivamente y no en todas las jurisdicciones.
La Procuración cuestiona, en términos de vulneración de derechos, las prácticas de salud mental en contextos de encierro que remiten a este modelo psiquiátrico, psicopatologizante y de medicalización. Abonando una concepción amplificada de salud mental que incluye a la modalidad del régimen de vida cotidiana, trato y tratamiento, como dimensiones de la salud y el bienestar.
Finalmente, queremos señalar que advertimos que, en el marco de una situación tan catastrófica y de restricción como la actual, las Personas Privadas de Libertad siguen preocupadas por los objetivos psicológicos en términos de la calificación trimestral.
Así que en el Día Mundial de la Salud Mental reiteramos nuestra formulación para que lo psicológico no sea un objetivo cuantificable del tratamiento penitenciario y que los abordajes se centren en propiciar espacios de circulación de la palabra para favorecer la convivencia, la resolución de situaciones problemáticas colectivas e individuales, para dar cauce al malestar subjetivo y acompañar en los procesos de pasaje hacia la inclusión social. Para que tampoco se utilicen las nosografías “psi” para castigar de modo encubierto a las mujeres llegando al punto en ciertos casos de fundamentar, por esta vía, la separación de sus hijas/os.