4 de Abril, 2014.
Hasta hace unos días el tema de agenda en discusión en cuestiones de seguridad era la reforma del Código Penal.
Sin perjuicio de la necesidad de discutir el tema, sin perjuicio de la necesidad de unificar criterios en torno al código penal, la discusión mediática se instaló en términos punitivismo vs garantismo. Eje equivocado y peligroso.
Prueba de ello es el lugar donde nos lleva la discusión hoy día. Linchamientos. Ciudadanos que toman "justicia por mano propia". Sobre ello varias cuestiones a apuntar.
La primera es que esto significa un retroceso enorme en términos democráticos y de ciudadanía. Linchar a alguien constituye un delito agravado por la alevosía si es entre muchos y la victima se encuentra en estado de indefensión. Justificar estos actos con el argumento de la ausencia del estado es tan peligroso como sostener en términos políticos que el derecho penal es la única herramienta para "luchar contra la inseguridad".
La lógica de la justificación de los linchamientos por ausencia del estado llevaría con idéntico razonamiento a la absurda afirmación de que el robo es justicia social por mano propia. La ausencia del estado también se nota en la distribución de la riqueza, en la política carcelaria, y a nadie se le ocurre por ello justificar delitos o, abrir las cárceles.
La segunda es que dichos actos son pasibles de persecución penal y que es precisamente la impunidad la que genera la inseguridad que se pretende combatir. En este sentido debe procurarse su castigo y condena.
En definitiva, desde este organismo no solo manifestamos nuestro más enérgico repudio a dichos actos sino que alertamos a comunicadores, políticos, funcionarios y ciudadanos sobre el enorme e irreparable riesgo de esbozar una justificación sea de la índole que fuere. No hay otra lectura más que dicha justificación nos hace retroceder enormemente respecto de los logros que en términos de seguridad democrática se han conseguido en los últimos años
No hay justificativo alguno para agredir a una persona indefensa. Las mismas razones que nos permiten cuestionar el obrar de quien violenta derechos de otras personas, incluso a través de una herramienta como el derecho penal, impugnan sobradamente la pura venganza y la crueldad.
El respeto a la integridad y la dignidad de una persona tienen que ser nuestro piso de marcha. Ya existe demasiada violencia en nuestro sistema penal y carcelario. Es un error confundir, y una conducta despreciable incitar a confundir, la cuestión de la eficacia y celeridad del sistema penal con su grado de violencia. Endurecer los castigos y habilitar las vías de hecho, no es justicia, solo la embrutece. María Elena Walsh frente a desbordes parecidos ya nos había alertado: “a veces retrocedemos en cuatro patas".